Lo que afirmo no es
caprichoso por que también en nuestra
provincia hemos tenido ejemplos de esa
falta de peso de las provincias y de sus posiciones.. Hace ya más de un
año, el nombramiento de un funcionario de gran experiencia y probo en su
desempeños, con acuerdo de nuestra legislatura provincial para integrar la
Corte de Justicia provincia, no pudo asumir por el simple llamado telefónico de
una ex autoridad nacional, que se oponía a su designación. El caso se ha
repetido recientemente, al aceptar las autoridades del hoy principal partido
político de la provincia, bajar de sus
listas uno de sus candidatos y con larga trayectoria en su partido, para ser sustituida con un ignoto
candidato no representativo, solo por el requerimiento de algún funcionario
nacional. Algunos pueden considerar que ambos casos no son relevantes, pero si
debe verse en ellos la medida en que ha caído el el sistema federal de
gobierno, a partir de la falta de respeto de las posiciones asumidas y por más que sean definiciones aceptadas por
el medio.
La realidad de hoy es que los
gobernantes provinciales no plasan de ser pobres mandaderos de lo que se piensa
y hace en el ámbito nacional, que a la postre son quienes presionan por que
saben el temor de los funcionarios provinciales a no ser participes – y en la medida adecuada – de la distribución
caprichosa que se realiza de los fondos nacionales, disponibilidad
estrechamente vinculada a la posibilidad de una gestión exitosa.
Como para muestras basta un
botón, el sistema comentado como vigente y perverso para los gobernadores es la
recientemente publicitada distribución de fondos nacionales. Según ella, el
Gobierno Nacional distribuirá un 55 % más de fondos discrecionales entre
provincias y municipios; la estimación de las transferencias a realizar es de $
35.442 millones, de los cuales se usarán, con destino discrecional, $ 19.360
millones más 5.296 millones que
corresponderán a Municipios . Las triste realidad final, es la de que se
continua con un sistema caprichoso que ha llevado a hacer desaparecer el
principio del federalismo, tan caro a nuestra Constitución, y transformando a los Gobernadores en tristes
siervos de la gleba. La pérdida de libertad de las autoridades provinciales
para decidir por sí los problemas que afrontan, es un elemento más en este
olvido de las normas fundamentales que deben regirnos.
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