martes, 18 de septiembre de 2012

Cuando el extremismo aprovecha el caos ideológico. Por Robert F. Worth



DOHA, QATAR.- Los levantamientos árabes parecieron tender un nuevo puente en las conflictivas relaciones entre Estados Unidos y el mundo islámico, tal vez principalmente en Libia, donde el poder de fuego norteamericano ayudó a derrocar al coronel Muammar Khadafy, ganándose así una profunda gratitud popular.
Pero anteayer, tras las violentas manifestaciones antinorteamericanas y el asesinato del embajador y otros tres diplomáticos norteamericanos en Benghazi, se produjo un retroceso al triste y sobradamente conocido escenario anterior.
La razón, como ocurrió anteriormente con las protestas que siguieron a la quema de ejemplares del Corán en Afganistán y a la publicación de caricaturas antimusulmanas en Dinamarca, fue la percepción de una blasfemia, en este caso proveniente de la difusión de un video que denigra al profeta Mahoma.
Los musulmanes se enfurecieron otra vez, y muchos occidentales se preguntan por qué el islam parece responder siempre a estas ofensas con la violencia.
Para los analistas, sin embargo, los ataques podrían tener menos que ver con una supuesta violencia intrínseca a los musulmanes que con el caos ideológico que reina en el mundo árabe, donde los extremistas suelen sacar provecho de la ira popular e invocar el islam para llevar agua al molino de sus propios intereses, fundamentalmente políticos.
Entre esos extremistas también puede haber elementos jihadistas leales a Al-Qaeda, organización que ya dejó en claro que espera cosechar nuevos adeptos en Libia y otros países de la "primavera árabe".
Anteayer, los funcionarios de Estados Unidos dijeron que sospechan que el ataque en el que perdió la vida el embajador Christopher Stevens estaba planeado de antemano, aunque muchos detalles siguen siendo inciertos, incluida la identidad de los asesinos.
Bernard Haykel, profesor de estudios de Medio Oriente de la Universidad de Princeton, señaló: "Es cierto que existen sanciones por insultar al profeta, pero en este caso se trata sobre todo de oportunismo político o simbólico, gente que usa los símbolos religiosos para aumentar su poder frente a otros grupos".
Libia y Egipto son especialmente vulnerables a este tipo de enfrentamientos por los símbolos y el poder. La autoridad de los nuevos gobiernos de ambos países para ejercer el poder sigue siendo incierta, y los grupos religiosos ultraconservadores que ganaron terreno en el último tiempo -conocidos mayormente como salafistas- están contentos de poder dar muestras de su visibilidad y su influencia frente a otras facciones.
Libia, especialmente, sigue siendo un ajedrez de distintas milicias, algunas compuestas por salafistas, que demostraron ser capaces de intimidar al flamante gobierno democrático.
"¿Quién va a controlar a esta gente?", se pregunta Tarik Yousef, veterano miembro del Instituto Brookings y también hijo del presidente interino de Libia, Mohammed Yousef Magarief.
"Algunos de estos grupos salafistas aseguran trabajar bajo la égida del Ministerio del Interior", agrega.
Al mismo tiempo, anteayer se produjeron en toda Libia manifestaciones espontáneas de ira popular contra los asesinos y contra los salafistas. La red Twitter también se vio desbordada de mensajes pro-norteamericanos en Libia.
En Egipto los salafistas se volvieron poderosos en el Parlamento recién elegido, donde oponerse a Estados Unidos sigue siendo la manera más resonante de llamar la atención. Pero el ataque a la embajada norteamericana en El Cairo -a diferencia del atentado donde perdió la vida el embajador Stevens- parece haber sido espontáneo y encabezado por ciudadanos egipcios genuinamente enojados por el video.

REACCIÓN

La Hermandad Musulmana de Egipto reaccionó a las protestas de El Cairo con una declaración que ilustra su necesidad de sofrenar la ira popular sin perder su rol de principal voz autorizada del islam: criticó implícitamente la violencia del ataque a la embajada y convocó al mismo tiempo a marchas pacíficas en todo el país, hoy, para repudiar el video.
Como sucedió anteriormente en otros casos de profanación de símbolos islámicos, gran parte de la culpa radica en la naturaleza misma de las comunicaciones modernas: basta que un fanático antimusulmán encienda un solo fósforo en Florida y alguien lo suba a YouTube para que el reguero de pólvora se extienda con disturbios alrededor del mundo.
Pero esa furia también hunde sus raíces en la lenta desintegración de la autoridad religiosa que se registra en el mundo árabe desde hace más de un siglo, una erosión que ha hecho posible que los autodenominados intérpretes del islam dicten de inmediato su veredicto sobre cuestiones que en el pasado quedaban a criterio de figuras respetadas y de larga trayectoria.

Por Robert F. Worth  | The New York Times
Traducción de Jaime Arrambide
Fuente: www.lanacion.com.ar

No hay comentarios:

Publicar un comentario