La Cámara de Casación revocó una condena por abandono de persona agravado por el vínculo contra una mujer por la muerte de su hijo menor porque "no se tuvieron en cuenta las circunstancias de violencia de género que padecía". El niño había sido separado de su padres por reiteradas agresiones, pero luego fue restituido por orden de una jueza civil. Las duras críticas de Casación.
“K., S. N. y otro s/ recurso de
casación” fue el fallo por el cual Alejandro Slokar, Ángela Ledesma y
Ana María Figueroa, en carácter de miembros de la Sala I de la Cámara
Federal de Casación Penal, absolvieron a una condenada por abandono de
persona agravado por el vínculo, y confirmaron la condena por el mismo
delito sin el agravante, respecto de su concubino.
El Tribunal Oral había condenado a ambos imputados por la muerte del hijo de la mujer, de tres años de edad, al que “lo privaron en tiempo oportuno de asistencia médica imprescindible que su estado requería, representándose el riesgo que ello implicaba para la salud y/o vida del menor, que de tal forma no recibió un tratamiento que pudo evitar su deceso”, a causa de una peritonitis aguda que tuvo su origen “en la ruptura traumática de las asas intestinales de la zona yeyunal”.
En cuanto a la conducta de la madre, se le enrostró que había pernoctado con el menor, y que en vez de llevarlo al hospital porque se sentía mal, lo llevó al hotel en donde vivía con su concubino y lo dejó a su cuidado, para irse a su trabajo, bajo la consigna de que le avisara por teléfono si ocurría algo. Además, se le reprochó a la mujer que se atrasó mucho tiempo en llegar desde su trabajo hasta el hotel, y ya en su domicilio “tardó un rato en llevar al niño al hospital”.
Al otro acusado, por su parte, se lo condenó porque, en vez de cuidar al menor, se quedó dormido, “y al despertarse pese al estado desesperante del nene, que se hallaba casi sin respiración y cianótico, sólo trató de reanimarlo al tiempo que reclamaba insistentemente la presencia de la madre, sin llevarlo a un nosocomio o pedir una ambulancia como le habían sugerido las personas a las que anotició del grave cuadro que presentaba”.
Respecto de este último, las defensas propiciadas por sus representantes letrados, en orden a que el hombre cumplió con su deber de cuidado al intentar reanimar al menor, y que la obligación de llevar al niño al hospital era de la madre, no tuvieron recepción positiva, ya que el Tribunal consideró que “ambos argumentos resultan abiertamente contradictorios y además son refutados por las pruebas producidas durante el debate”.
La circunstancia favorable a la madre, respecto de que no tenía conciencia acerca de la gravedad del estado de salud del niño, no lo fue con respecto a su concubino, que “permaneció con el niño y no lo condujo al hospital, siquiera cuando vio que estaba morado y no respiraba”.
La situación de la madre, a criterio de la Sala, resultaba diferente. En tal sentido, el fallo expresó que la mujer pensaba que su hijo tenía dolor abdominal producto de un empacho, “no obstante, ello no se condice con las características de la evolución de la peritonitis que, en el caso, se produjo como consecuencia de un fuerte golpe en el estómago del niño”.
A propósito de ello, el Tribunal esbozó una crítica al respecto, ya que no se investigó adecuadamente las circunstancias en las cuales fue golpeado. El acusado había resultado absuelto en orden a ese suceso, “ya que no existían pruebas que demostraran con el grado de certeza suficiente que él era quien había golpeado al niño”.
La acusación al concubino se debió a que se presumió su culpabilidad “sobre la base del reconocimiento que efectuara el encartado respecto de los maltratos y golpes” que motivaron la separación del niño fallecido de su madre en el año 2004, debido a una denuncia por violencia familiar.
“En efecto, también se desprende de la sentencia que C. golpeaba frecuentemente a su compañera y era una persona muy violenta”, remarcó el fallo. De conformidad con esa tesitura, los magistrados juzgaron la “falta de dramatismo” por parte de la madre respecto al estado de su hijo, se debió a las experiencias sufridas en relación al encartado las que la llevaron a subestimar la situación y atribuirla a la corriente falta de tolerancia de C. frente a las situaciones que no eran de su agrado o preferencia”.
Ese punto, sirvió de conector para que el Tribunal analizara, además de la responsabilidad por el hecho en sí, cual fue el papel de los organismos del Estado, y en particular de la Justicia Civil, respecto a la situación de violencia familiar que se vislumbró en el caso.
“Las particulares circunstancias que rodearon la producción del trágico resultado de la muerte de un niño de apenas tres años, y el procesamiento y posterior condena de su madre, fuerzan a formular especiales consideraciones acerca de elementos que no fueron tenidos en cuenta a lo largo del proceso y que determinaron una seria desprotección en el tratamiento que recibiera K. por parte del Poder Judicial”, fue la crítica esbozada por la Cámara de Casación.
Esos elementos se relacionaron con que los condenados comenzaron a convivir cuando el niño tenía un año, y a los 17 días de convivencia “fue denunciado por la persona que cuidaba al pequeño”, porque lo encontró “fuertemente golpeado”. Lo que motivó que se privara a su progenitora de la tenencia, que se le otorgó a una familia sustituta.
El Tribunal Oral había condenado a ambos imputados por la muerte del hijo de la mujer, de tres años de edad, al que “lo privaron en tiempo oportuno de asistencia médica imprescindible que su estado requería, representándose el riesgo que ello implicaba para la salud y/o vida del menor, que de tal forma no recibió un tratamiento que pudo evitar su deceso”, a causa de una peritonitis aguda que tuvo su origen “en la ruptura traumática de las asas intestinales de la zona yeyunal”.
En cuanto a la conducta de la madre, se le enrostró que había pernoctado con el menor, y que en vez de llevarlo al hospital porque se sentía mal, lo llevó al hotel en donde vivía con su concubino y lo dejó a su cuidado, para irse a su trabajo, bajo la consigna de que le avisara por teléfono si ocurría algo. Además, se le reprochó a la mujer que se atrasó mucho tiempo en llegar desde su trabajo hasta el hotel, y ya en su domicilio “tardó un rato en llevar al niño al hospital”.
Al otro acusado, por su parte, se lo condenó porque, en vez de cuidar al menor, se quedó dormido, “y al despertarse pese al estado desesperante del nene, que se hallaba casi sin respiración y cianótico, sólo trató de reanimarlo al tiempo que reclamaba insistentemente la presencia de la madre, sin llevarlo a un nosocomio o pedir una ambulancia como le habían sugerido las personas a las que anotició del grave cuadro que presentaba”.
Respecto de este último, las defensas propiciadas por sus representantes letrados, en orden a que el hombre cumplió con su deber de cuidado al intentar reanimar al menor, y que la obligación de llevar al niño al hospital era de la madre, no tuvieron recepción positiva, ya que el Tribunal consideró que “ambos argumentos resultan abiertamente contradictorios y además son refutados por las pruebas producidas durante el debate”.
La circunstancia favorable a la madre, respecto de que no tenía conciencia acerca de la gravedad del estado de salud del niño, no lo fue con respecto a su concubino, que “permaneció con el niño y no lo condujo al hospital, siquiera cuando vio que estaba morado y no respiraba”.
La situación de la madre, a criterio de la Sala, resultaba diferente. En tal sentido, el fallo expresó que la mujer pensaba que su hijo tenía dolor abdominal producto de un empacho, “no obstante, ello no se condice con las características de la evolución de la peritonitis que, en el caso, se produjo como consecuencia de un fuerte golpe en el estómago del niño”.
A propósito de ello, el Tribunal esbozó una crítica al respecto, ya que no se investigó adecuadamente las circunstancias en las cuales fue golpeado. El acusado había resultado absuelto en orden a ese suceso, “ya que no existían pruebas que demostraran con el grado de certeza suficiente que él era quien había golpeado al niño”.
La acusación al concubino se debió a que se presumió su culpabilidad “sobre la base del reconocimiento que efectuara el encartado respecto de los maltratos y golpes” que motivaron la separación del niño fallecido de su madre en el año 2004, debido a una denuncia por violencia familiar.
“En efecto, también se desprende de la sentencia que C. golpeaba frecuentemente a su compañera y era una persona muy violenta”, remarcó el fallo. De conformidad con esa tesitura, los magistrados juzgaron la “falta de dramatismo” por parte de la madre respecto al estado de su hijo, se debió a las experiencias sufridas en relación al encartado las que la llevaron a subestimar la situación y atribuirla a la corriente falta de tolerancia de C. frente a las situaciones que no eran de su agrado o preferencia”.
Ese punto, sirvió de conector para que el Tribunal analizara, además de la responsabilidad por el hecho en sí, cual fue el papel de los organismos del Estado, y en particular de la Justicia Civil, respecto a la situación de violencia familiar que se vislumbró en el caso.
“Las particulares circunstancias que rodearon la producción del trágico resultado de la muerte de un niño de apenas tres años, y el procesamiento y posterior condena de su madre, fuerzan a formular especiales consideraciones acerca de elementos que no fueron tenidos en cuenta a lo largo del proceso y que determinaron una seria desprotección en el tratamiento que recibiera K. por parte del Poder Judicial”, fue la crítica esbozada por la Cámara de Casación.
Esos elementos se relacionaron con que los condenados comenzaron a convivir cuando el niño tenía un año, y a los 17 días de convivencia “fue denunciado por la persona que cuidaba al pequeño”, porque lo encontró “fuertemente golpeado”. Lo que motivó que se privara a su progenitora de la tenencia, que se le otorgó a una familia sustituta.
Restitución equivocada
De los informes psicológicos que
surgieron de las actuaciones que tramitaron ante la Justicia Civil, se
observó que la madre en su infancia había sufrido hechos de violencia
familiar, lo que motivó que quedara al cuidado de sus abuelos, que su
abuelo al violó, que fue entregada junto a sus hermanos a una familia
sustituta, donde también se la violó.Las pericias psicológicas llegaron a la conclusión, también, de que la mujer no tenía conciencia de la entidad del asunto, y que lo que hacía era minimizar lo ocurrido y justificar a su pareja. En cuanto a aquél, los informes psicológicos determinaron que tenía “indicadores de perturbación emocional”, que lo comprometían “para asumir el rol paterno sustituto”.
Pese a todos esos indicadores, la jueza civil decidió restituir al menor con su madre “para su incorporación al grupo familiar”, con sustento en un informe anterior por el cual se había declarado que el concubino era capaz de ejercer el rol paterno.
“Se observa que la jueza permitió que M.K. regresara a la convivencia con C., invocando un informe médico que se pronunció de manera abstracta sobre el caso y de cuatro meses de antigüedad, a pesar de la existencia de un informe negativo respecto de la conveniencia de asignar el rol paterno a la persona que un año antes había golpeado al niño y que indicaba un estudio más profundo y actualizado de la personalidad del imputado”, aclaró el fallo.
Los jueces reprocharon el accionar de la Justicia Civil, al afirmar que “el proceso judicial abordó una situación de enorme riesgo para la integridad física no sólo del niño, sino también de S. K., de una manera absolutamente burocrática y distanciada de las partes involucradas”. Porque “no surge de las constancias del expediente que la magistrada haya tenido contacto siquiera una sola vez con el niño ni con el agresor”.
En el fallo se denunció que “la ‘protección judicial’ no respondió evidentemente a un objetivo de ayudar a la familia a poder resolver el grave problema de violencia que se evidenció a partir de las lesiones de M.K., sino a una penalización a la madre por haber elegido a una pareja incorrecta”.
Esas circunstancias, no fueron tomadas en cuenta por los jueces y fiscales del caso, y según la Alzada, tuvieron una visión incompleta del caso. El fallo no ahorró reprimendas en este punto, ya que sostuvo que “resulta sorprendente que la descuidada intervención del juzgado civil no haya merecido valoración alguna”.
“Este tribunal no puede dejar de expresar la profunda consternación que causa saber que el Poder Judicial ha intervenido en esta familia, de características indudablemente muy violentas, y ha restituido a M.K. un año después de su separación de la madre tras una rutina que no involucró un verdadero compromiso siquiera en leer las constancias del expediente”, agregaron los magistrados a continuación.
Los sentenciantes siguieron con sus reproches al Tribunal Oral, pues afirmaron que “aquello que el tribunal considera ‘inexplicable’ se encuentra claramente explicado por los testigos y por las circunstancias que afectaban a la razonable percepción de la encartada. El único reproche que permite, en definitiva, comprender la sentencia condenatoria contra S. se vincula con el hecho de que ella no se separó de C. a pesar de que él maltrataba a su hijo”.
Pero la reprobación no se circunscribió solo al Poder Judicial, sino al Estado en general. Según el fallo, éste tuvo “la oportunidad concreta”, de cortar los lazos de sometimiento que determinaban la dependencia emocional y económica de la mujer.
Acerca de ese punto, los juzgadores coincidieron en expresar la dificultad que acarrea “la concepción según la cual las relaciones de pareja pertenecen al ámbito de lo privado y que cualquier intervención estatal en aquella relación es ilegítima o contraproducente”.
“La falta de intervención oportuna del Estado en favor de la protección de S., el ‘respeto’ por la intimidad conyugal, ha abandonado a su suerte a los más débiles dentro de las relaciones de poder y sometimiento existentes en aquella familia. Fue de aquella omisión y fracaso estatal que derivó esta vez la muerte de M.K. de solo tres años de edad”, remarcó el fallo.
Por ello, el pronunciamiento concluye que “mas allá de lo consignado en lo atingente al dolo y la ausencia de su prueba, la condena a S. K. sobre la base de un reproche fundado en que no pudo librarse de la relación violenta que padecía, con el fin de proteger a su hijo”, suponía culpabilizar de manera inadmisible a la mujer por una situación de violencia de la que ella misma es víctima y revictimizarla, descargando la responsabilidad de prevenir, investigar y sancionar la violencia contra las mujeres (…) que el Estado no asumió, a pesar de conocer la situación que originaba el deber de ponerle fin y a asistir a la mujer a superar aquella situación”.
La jueza Figueroa consideró que la conducta de la madre constituía un homicidio culposo, pero que por no haber causales interruptivas de la prescripción, consideró que correspondía la absolución.
Finalmente, el acuerdo al que arribaron los jueces fue rechazar el recurso respecto al condenado por abandono, hacer lugar parcialmente al recurso de casación interpuesto por la condenada, a la que se absolvió y, por último, se le dio intervención al Consejo Nacional de la Mujer para asegurar la asistencia de la mujer absuelta.
Fuente: Diario Judicial